La Auténtica Libertad
Soy libre de comprar
Se suele creer que la libertad reside en el hecho de poder elegir entre varias cosas.
“Soy libre de comprarme esto o aquello”, “soy libre de votar por este partido político, por aquel, o de no hacerlo en absoluto”, “soy libre de elegir qué carrera universitaria estudiar, con qué trabajo deseo ganarme el pan, dónde vivir y con quién; si quiero que mi casa esté llena de pelos de gato o de perro, si dejo mi sitio a una mujer embarazada en el autobús, le echo una mano a un amigo que está en plena mudanza o, si por el contrario, prefiero pasar la tarde tumbado en el sofá fingiendo que estoy muy ocupado”.
Miles de decisiones cada día
Descartar, elegir, seleccionar… En un día normal, nos vemos enfrentados a miles de decisiones de todos los tamaños. Decisiones que requieren poco o mucho de nosotros.
Incluso la elección de no hacer nada, o dejar que otra persona decida por uno mismo, es en sí una elección.
Ahora bien, ¿es esto la auténtica libertad? ¿Una cadena infinita de elecciones? ¿Y qué ocurre con aquellas situaciones donde me veo forzado a una sola posibilidad? ¿Significa entonces que he dejado de ser libre?
Ni esclavo, ni preso
Dice la Real Academia de la Lengua: “Libertad es la facultad de obrar de una manera o de otra”, “estado de quien no es esclavo o está preso” o incluso lo define como “falta de subordinación”.
Pero… a la hora de tomar una elección ¿Soy realmente libre? ¿La persona que elige sin grilletes ni coacción de ningún tipo, es libre cuando decide una cosa sobre otra?
Y como para una sola pregunta, hay miles de respuestas. Y es probable que haya miles de libros dedicados en exclusiva a contestar esta pregunta, rescatemos algunas perlas de conocimiento de aquellos que nos precedieron. Quizá podamos encontrar algo parecido a una respuesta.
Se dice que son nuestros pensamientos y creencias particulares,
mezcladas con un buen surtido de emociones, lo que nos lleva a tomar una elección concreta.
"Doy mi voto libre a ese partido porque pienso que..."
"Elijo este trabajo porque de niño siempre quise ser..."
¿Si dejo de pensar, dejo de existir?
Hubo incluso quien se atrevió a decir que “pienso, luego existo“. Lo que trae invariablemente varios problemas de difícil solución: ¿Si dejo de pensar, dejo de existir?
¿Si no pienso, significa que me convertiré en un ser invisible y la gente será capaz de atravesar mi cuerpo etéreo por la calle? ¿Es el pensamiento el que nos salva de transformarnos en una mera ráfaga de viento?
Un ejercicio de imaginación
Hagamos un pequeño juego y pongamos a trabajar a la imaginación. El juego empieza con la frase “qué pasaría si…”
¿Pensaría lo mismo que pienso hoy si hubiera nacido en la loca familia de mis vecinos del quinto?… (¡A imaginar!)
¿Y si la vida me hubiera depositado en un país distinto, a miles y miles de kilómetros del barrio de donde he crecido?,
¿tendría exactamente los mismos pensamientos? (Imagínate en el primer país que te venga a la mente)
¿O si hubiera nacido en el seno de una tribu seguidora de Atila El Conquistador? (Imagínalo sólo un poquito, no te entregues a la barbarie)
¿O si, en vez del siglo xxi, estuviera viviendo en plena edad de las cavernas? ¿Pensaría igual?
Dicen antiguas enseñanzas que el ser humano no piensa, sino que es pensado.
O lo que es lo mismo: "mis pensamientos no son míos". Han sido puestos en mí por herencia cultural (país, ciudad, barrio donde he crecido),
por la influencia de mi educación (en qué colegio, con qué profesores, en qué familia),
las amistades con las que he compartido mi tiempo, o la era en que me ha tocado vivir.
Esclavo de mis pensamientos
Los maestros de la antigüedad llegaron a asegurar que somos esclavos de nuestros pensamientos. En algo tan voluble y cambiante, tan impermanente, no puede estar la clave de la auténtica libertad.
Dejando de lado la importante cuestión de “¿Cómo puedo dejar de ser esclavo de mis pensamientos?”, regresemos a la casilla de salida: la auténtica libertad. ¿Dónde reside la libertad? ¿Qué significa ser libre?
Si la libertad no está en mis pensamientos… ¿Dónde?
¿Qué decían los sabios del pasado?
El problema, aseguraban, es que vivimos nuestra vida hacia fuera, a lo que está sucediendo externamente.
El mundo nos absorbe, o nos dejamos absorber por el mundo: por lo que ocurre en el trabajo, las dificultades con el hijo o con la pareja, el problema económico…
Siempre existe algo acuciante, una situación que requiere de nuestro pensamiento, nuestras quejas, enfados y preocupaciones.
De algún modo, nos perdemos en la vorágine de acontecimientos y retos que surgen en nuestro día a día.
¿Radica ahí nuestra libertad? ¿En la decisión (inconsciente) de dejarnos llevar por lo que ocurre en nuestra vida? Parece improbable.
¿Dónde reside la Auténtica Libertad?
Hagámonos eco de aquellos que la investigaron a fondo:
–Nuestra verdadera libertad es interior –dijeron–. No está ahí afuera (no se trata de decisiones externas), sino que está aquí dentro. No es algo que nadie te pueda arrebatar, ni algo que se pierde con los acontecimientos.
Este eco del pasado dejó para esta era actual un importante foco de esperanza: podemos ser libres de nuestros pensamientos y de todo aquello que sucede en nuestra vida.
¿Cómo es mi vida?
¿Cómo vivo? ¿Cómo respondo ante lo que me sucede? Y, lo más importante, ¿desde dónde vivo lo que me sucede?
1- ¿Estoy las 24 horas del día entre las frías y duras paredes de mi cabeza, arrastrado por una corriente infinita de pensamientos (que, en su mayoría, no me pertenecen)?
2- ¿O resido en el silencio y la paz profunda del Corazón?
Hay elecciones y Elecciones. Está el convencimiento en aquellas cosas que creo que me hacen libre y, por otro lado, la realidad de que “Soy Libre“.
- Héctor Lajprem
- noviembre 21, 2021
- 4:23 pm