Siempre hay una Luz

La vida siempre nos da una luz.

Somos únicos

¿Sabes que no existen dos personas en el mundo que vivan un mismo acontecimiento de la misma forma? 

De hecho, esto es imposible, pues no hay dos personas idénticas. No existen (ni siquiera en el caso de los gemelos) dos seres que pasen exactamente por las mismas situaciones, cada segundo de sus vidas y sientan y respondan ante esas situaciones de la misma manera. 

Esto hace que uno se encuentre personas muy interesantes que viven ciertos acontecimientos… del revés o, lo que es lo mismo, de formas totalmente inesperadas…

Cuando no te lo esperas

Desde luego yo aquel día no me esperaba lo que estaba a punto de escuchar.

Era por la tarde, poco después de la pausa de la comida, y el policía entró puntual por la puerta de la consulta. Era su tercera sesión. 

El historial descansaba en la mesa frente al médico, y el resto del equipo estábamos a su alrededor, observando, mientras se sentaba con una amplia sonrisa en el rostro. Después de las “buenas tardes de rigor”, el hombre fue directo al grano.

–He venido para deciros que no voy a volver.

No sé cuál era su nombre, lo he olvidado.
Pero recuerdo, en cambio, su rostro, su pelo oscuro, la postura firme; y que lo miré atentamente,
intentando descubrir el motivo de tal decisión.
¿Acaso se había curado? ¿Es que, de pronto, era capaz de…?
Un momento… Se supone que su enfermedad era incurable…

Los milagros existen

El policía (retirado de su servicio recientemente debido a su condición) padecía un tipo de glaucoma (afección de la vista) muy agresivo en ambos ojos, que le había llevado a perder el sentido de la vista en cuestión de poco tiempo. 

Cierto que en la consulta habíamos presenciado de todo… pero, ¿alguien que hubiera perdido la visión y de repente…? 

Eh…, sí, eso sí que lo había visto… Muchos años antes… Sin embargo, ésa no es la historia (o el milagro) que nos ocupa hoy. Prometo contarla en otra ocasión. 

Pero una pérdida completa de visión debido a un glaucoma y que luego… no, no había tenido la oportunidad.

Lo miré, lo estudié con atención. Y no pude descubrir nada.
Le había interpretado mal. Creo que todos lo hicimos. Y él no tardó en sacarnos de nuestro error.
He comprendido lo que necesitaba comprender –dijo.
Y eso era todo.

El milagro de la Comprensión

Había comprendido. Y por eso, ya no necesitaba volver más a la consulta e intentar algo… que en su opinión (o certeza) no le hacía falta. 

Había comprendido la razón de su enfermedad; no la explicación médica, no cómo se había producido, sino algo más importante: el sentido de la enfermedad

El hombre no tenía necesidad de sanar su visión, pues, de hecho, ni siquiera deseaba recuperarla. Aseguró que su enfermedad era una bendición…, que la vida le estaba ofreciendo la oportunidad de dejar de centrarse en lo de fuera, la oportunidad de hacer lo que llevaba toda la vida esquivando…, mirarse…, verse a sí mismo, por primera vez.

Para poder ver, hay que cerrar los ojos

Fue hace tantos años que me sorprende recordar sus palabras: “Ahora puedo ver lo que importa de verdad“, eso fue lo que dijo. 

Esta persona acababa de perder su visión… Y, aún así, “veía”. Sólo que su claridad era distinta…, y la dirección en la que miraba era diferente a la habitual. Aunque la oscuridad se hubiera hecho a su alrededor, llenando sus ojos de sombras, sin duda dentro de sí se había encendido una poderosa luz; una luz que era plenamente visible por todos los que estábamos aquel día.

Hoy, trae a mi mente una vieja enseñanza del Camino del Corazón… la que dice que “para poder ver, hay que cerrar los ojos“.

Lo que importa de verdad
Recuerdo el silencio entre sus palabras…, que nadie se atrevía a interrumpir.
La reverencia con que todo el equipo escuchaba, evitando incluso moverse
o hacer cualquier cosa que rompiera la trascendencia del momento.
Después de aquella consulta, tal y como había asegurado, no volvimos a saber de él.
Pero nos dejó una memoria, una huella, en la forma de un entendimiento, de una orientación.
–Antes estaba ciego, no ahora…, ahora puedo ver…, ahora veo lo que importa de verdad.

Lo que es importante y lo que no

Algunos dirán que estaba loco. Allí, en aquel momento, nadie lo pensó. Mas bien todo lo contrario. En frente nuestra había una persona que acababa de darle la vuelta al sufrimiento, que lo había transformado por completo, que irradiaba paz, que al fin estaba teniendo el encuentro que llevaba esperando cincuenta años.

Uno puede extraer muchas conclusiones de la vida de aquel policía retirado. Lo que no es importante y lo que es prioritario. O, por ejemplo, que por mucho que las circunstancias se pongan difíciles, por muy oscuras que parezcan… Siempre hay una Luz a nuestro alcance, con la que poder guiarnos.

Y que esa luz se encuentra…

Probemos un experimento mental:

Colócate en el umbral de una habitación a altas horas de la noche, en completa oscuridad. Imagínate allí.

La densa atmósfera del lugar te intimida… Incluso hasta puedes sentir que el aire toma una forma tenebrosa… Espesos dedos de negrura deslizándose hacia ti…

Ahora coloca una simple vela, enciende una cerilla o un mechero o activa la linterna de tu teléfono.

¿Qué ocurre con las sombras? Que ya no pueden atemorizarte.

Literalmente, puedes ver… evitando que tu mente y una imaginación prodigiosa creen monstruos de la nada.

Los contornos de los muebles, cualquier objeto que se encuentre en la habitación, puedes verlo todo, tienes un conocimiento real y, por tanto, claridad.

Entonces ningún miedo ficticio puede evitar que entres en el cuarto con absoluta confianza.

Ahora bien… ¿Y si lo que decía este hombre era cierto? (Sé que lo es… pero tengo que hacer la pregunta)

¿Y si todos portamos una luz… capaz de guiarnos en la oscuridad?

Una luz en la oscuridad.

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