Etapa de Madurez

SEMANA 5

Etapa de Madurez

“¿Puedes recordar quién eras…, antes de que el mundo te dijera quién debías ser?” – Danielle Laporte

El paso de la adolescencia a la madurez viene marcada por la consolidación del “Yo”, de la imagen que tengo de mí mismo o de lo que creo ser. En ciertos ámbitos, a esta imagen, cuando nos presentamos con ella hacia el exterior, se la conoce como “la máscara”; y es, por lo general, una imagen cambiante que se presenta de manera diferente depende de con quién nos relacionemos.

Pero en la madurez no sólo portamos nuestra propia imagen, sino también la imagen que tenemos del mundo, la imagen que tenemos de cada una de las personas que forman parte de nuestro núcleo cercano, e incluso una imagen selectiva para cada grupo de población, como puede ser hombre o mujer, personas de esta u otra raza, personas de un país o una región concreta…etc.

En la madurez portamos día a día las limitaciones de nuestro pasado, tanto lo que no ha sido resuelto en lo que se refiere a los aprendizajes o el karma familiar, como lo que está pendiente de nuestra propia vida.

Además, en esta fase vital, se nos plantea insistentemente una cuestión: ¿aceptamos o rechazamos nuestro camino de vida?, ¿seguimos los dictados del Corazón o cedemos a la presión social y nos conformamos?, ¿abrimos un camino al Ser o nos cristalizamos en aparentar lo que no somos?



Enseñanza

Si hay algo que influye determinantemente en el ser humano a lo largo de su vida eso es el tiempo. Durante el Camino del Corazón analizaremos y profundizaremos en esta cuestión, pero baste introducirlo con un simple hecho: “el tiempo no existe“.

El tiempo es una construcción mental. De hecho, algunos maestros lo llaman directamente “el tiempo psicológico”. Cuando dejamos la infancia (y buena parte de la adolescencia) entramos en el tiempo psicológico, es decir, dejamos el presente.

Todos conocemos la gráfica del tiempo: una línea horizontal que se extiende indefinidamente. A la izquierda tenemos el pasado, la impronta de lo sucedido. Y a la derecha, el futuro, la expectativa de ver cumplidos nuestros deseos y aspiraciones.

Existe una dimensión fuera del tiempo. Se trata de la dimensión vertical: el presente. Si cruzamos la línea horizontal de pasado y futuro, nos encontramos con el “ahora”. Hacia arriba de la línea nos elevamos; hacia abajo, profundizamos.

La dimensión vertical o presente, es una brecha para acceder al interior. Cuando nos elevamos por encima de lo que está sucediendo (recuerda: en esta dimensión, siempre estamos en el presente), vemos las cosas con perspectiva y podemos extraer el aprendizaje y simbolismo del acontecimiento. Cuando profundizamos, nos sumergimos en el vasto espacio de sabiduría interior, donde encontramos las respuestas a los desafíos de la vida.



Prácticas

1- Recuperar el Poder

Esta meditación se divide en dos partes: en la primera, nos enfocamos en este momento de nuestras vidas, recuperando el poder que se nos va en un hábito, o en una circunstancia actual complicada, o en una situación problemática que nos consume y drena nuestra energía en el ahora.

Durante la segunda parte de esta práctica, revisamos una situación pasada que aún nos sigue influyendo en la actualidad (sin importar cuántos años hayan transcurrido).

2- Sanar una Herida del Pasado

Ésta es una práctica muy interesante basada en las enseñanzas de Colette Aboulkar. Para ello, usaremos las imágenes para seguir familiarizándonos con este lenguaje del Corazón. Cuando trabajamos mediante imágenes, de algún modo, salimos del tiempo lineal (pasado – futuro) y entramos en el tiempo vertical, o no tiempo, o el ahora. Es en este “no tiempo”, en este diálogo con el corazón, que accedemos al espacio o campo de infinitas posibilidades, donde todo es posible… incluso revertir algo que sucedió en el pasado.

Antes de comenzar, debo aclarar algunos puntos importantes que surgieron durante los grupos presenciales:

  1.  No se trata de “borrar lo ocurrido”. Si, por ejemplo, el evento traumático es una pérdida, alguien cercano que fallece, o la separación de los padres en la infancia… Con esta meditación no vamos a borrar de la existencia lo que sucedió.
  2. Lo que cambia o, mejor dicho, lo que se transforma, es la imagen que tienes sobre lo que sucedió: el impacto que aquel evento tuvo sobre ti, la percepción de lo que pasó, el dolor que has portado contigo desde entonces.
  3. La clave de esta práctica reside en “permitirse la oportunidad de liberar” no sólo la memoria, sino también la emoción que quedó anclada en ese evento, y reemplazarla por una emoción elevada, por una cualidad del Corazón.

3- La Vida del lado bueno y el viaje del Corazón

La siguiente meditación recomiendo hacerla en postura “sentada” (silla o suelo). Durante unos minutos vamos a contactar con el corazón físico (el órgano) y vamos a entrar, a acceder a un estado de apertura. ¿A qué nos abrimos? Primero, a las sensaciones; a percibir. Y posteriormente, abiertos a determinadas imágenes… o podríamos decir incluso “mensajes”.



“¿Por qué tenemos imágenes de nosotros mismos? Si tienes una imagen como suizo, o británico, o francés… ¿acaso esas imágenes no sólo distorsionan nuestra observación de la humanidad, sino que también nos separan? Dondequiera que hay separación, debe haber conflicto. Ser libre de la imagen es la libertad real” – Jiddu Krishnamurti

Scroll al inicio