BIENVENIDA
Echando la vista atrás, mi vida sólo puedo definirla como una larga búsqueda, tanto dentro como fuera de mí: he vivido en más de una docena de lugares diferentes; he conocido otros tantos maestros y cuerpos de enseñanzas; explorado una veintena de disciplinas terapéuticas y espirituales; leído un centenar de libros sobre la búsqueda del auténtico yo; puesto en práctica otro centenar de prácticas meditativas distintas…
Pero como dijo Francisco de Asís: “Aquello que estás buscando es a aquel que busca“.
Los seres humanos buscamos incesantemente algo que nos complete, algo que nos haga sentir plenos, satisfechos. Sin darnos cuenta de que, en el fondo, lo que buscamos es volver a casa, regresar a nosotros mismos, recordar quién somos.
En el fondo, en este viaje de vida (sea cual sea el tuyo), nos dirigimos a un reencuentro. Y el mundo y el planeta necesita que haya cuantos más reencuentros mejor, pues el ser humano ha perdido el norte. En esa búsqueda, se ha perdido a sí mismo. Perdido en el ámbito material: nuevos aparatos, nuevas posesiones, un nuevo coche, un trabajo perfecto… Se ha perdido en el ámbito emocional: deseando más y más cosas que le proporcionen placer, en la comida, en el otro, en el entretenimiento. Y busca con la esperanza de que todas esas cosas le den un sentido, le haga sentir, por fin, lleno. Pero cualquier satisfacción parece ser siempre momentánea. Y es que en esa ecuación falta lo más importante: uno mismo.
Lo sepan o no, todas las personas caminan hacia un reencuentro consigo mismas.
Y este nuevo viaje que inicias hoy, este “Camino del Corazón”, tan antiguo como el más antiguo de tus ancestros, es el viaje al espacio más recóndito y profundo de ti: el Corazón. Un trayecto de 45,72 centímetros, la distancia que separa el centro de la cabeza del centro del corazón. Y según el viejo pueblo de los Sioux, el viaje más difícil de la existencia.
Entonces, ¿por qué hacerlo? ¿Por qué merece la pena, si es el más difícil? Porque las respuestas que buscamos no se encuentran fuera de nosotros. Lo que anhelas (consciente o inconscientemente) no está fuera de ti, sino dentro de ti.
Cada instante de nuestra vida es una invitación permanente a regresar al corazón.
Como descubrirás, cuando uno abre la puerta que da acceso a su propio corazón, se está dando la oportunidad de ver la vida bajo una luz distinta. Te das la oportunidad de cuestionar quién eres. Dices “yo soy esto”, “siempre he sido así”, “no puedo cambiar”. Y todo eso es perfecto… como excusa, como salida fácil. Entrar en el corazón es descubrir que “no eres quién creías ser”.
Tú no eres ese hábito que te resta salud cada día, ni esa adicción, ni lo que piensas o crees sobre el mundo y sobre ti. La senda hacia el corazón es una aventura de auto descubrimiento. Una muerte y un renacimiento: la muerte del pequeño y limitado yo (aquel que dice que no puede cambiar), y el renacimiento del auténtico yo, el Ser (aquel que sabe que la palabra “límite” no existe en la realidad).
Y sólo me queda por recordar que éste es un camino personal. Lo puedes recorrer en esta vida, o dentro de cien. No importan los desvíos ni el tiempo que lleve, tu espacio del Corazón estará siempre abierto para ti. Haz tuya esta aventura. Disfrútala… aunque haya momentos dolorosos. Desde el campo físico en el que te embarcas hoy a los 12 pétalos del corazón en el Renacer Espiritual o a los 5 pasos de la Vía del Corazón en el retiro presencial, puede que te separen meses o quizá más, pero en lo sagrado no hay distancias. Haz tuyo cada paso. Haz tuyo cada instante. Y respira y camina, desde la libertad… de Ser.
Con gran alegría, te doy la bienvenida al Camino del Corazón.
Contigo en el camino,
Héctor Lajprem